EL PAPEL DE LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN EN LA CONSTRUCCIÓN DEL RELATO SOBRE GÉNERO Y CONFLICTO EN SIRIA


Universidad Complutense de Madrid, España

Abstract

Este artículo está enmarcado en una investigación más amplia para una tesis doctoral que busca comprender cómo los conflictos armados inciden sobre la violencia de género en sus diferentes manifestaciones. Se ahonda en los roles y responsabilidades de los diferentes actores internacionales, nacionales y locales en la implementación de la agenda de mujeres, paz y seguridad. En este entorno los medios de comunicación desempeñan un rol fundamental. El presente artículo pretende analizar cómo los medios de comunicación contribuyen a construir narrativas sobre guerras y no contemplan posibles enfoques de paz a la hora de cubrir los conflictos armados. Nos centraremos en el relato que construyen los medios de comunicación sobre el conflicto armado en Siria. En cómo los sesgos de los diferentes medios de distintas corrientes y líneas editoriales nos muestran realidades aparentemente diferentes en las que buenos y malos no son los mismos. Y en las que las mujeres son victimizadas y los estereotipos de género se perpetúan. Indagaremos en el papel que medios y periodistas desempeñan; y valoraremos si la presencia de mujeres en los medios y las corresponsalías de guerra tiene un efecto en la manera de dar cobertura a los conflictos armados y la forma en la que los medios proyectan la imagen de las mujeres afectadas por la guerra.

PALABRAS CLAVE: guerra, paz; roles de género; medios de comunicación; Siria; asistencia humanitaria; violencia de género; estereotipos.

THE ROLE OF MEDIA IN CONSTRUCTING THE NARRATIVE ON GENDER AND CONFLICT IN SYRIA

This article is part of a broader research project for a doctoral thesis that seeks to understand how armed conflicts affect gender violence in its different manifestations. It explores the roles and responsibilities of different international, national and local actors in the implementation of the women, peace and security agenda. The media play a fundamental role in this context. This article aims to analyse how the media contribute to building narratives about war and do not consider possible approaches to peace when covering armed conflicts. We will focus on the media's narrative of the armed conflict in Syria. On how the biases of the different media of different currents and editorial lines show us apparently different realities in which good and bad are not the same. And where women are victimised and gender stereotypes are perpetuated. We will look into the role that media and journalists play; and we will assess whether the presence of women in the media and war correspondents has an effect on the way armed conflicts are covered and the way the media projects the image of women affected by war.

Keywords

paz, roles de género, medios de comunicación, Siria, asistencia humanitaria, violencia de género, estereotipos, guerra

INTRODUCCIÓN

“La guerra es un juego de hombres – y esa máquina de matar tiene un género, y es un hombre” (Sontag, 2003).

Durante los conflictos armados las mujeres y las niñas sufren violencia a manos de actores gubernamentales, militares no estatales (incluyendo fuerzas rebeldes y disidentes), miembros de la comunidad y su propia familia; incluso por las fuerzas del mantenimiento de paz y actores humanitarios, quienes tienen la obligación de protegerlas y restaurar el orden.

En las últimas décadas, a partir de la adopción de la Resolución 1325 sobre Mujeres, Paz y Seguridad del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas en el año 2000, la relación entre la violencia de género y los conflictos armados ha recibido una creciente atención internacional y académica (Reeves, 2014). Las consecuencias de la violencia contra la mujer han dado lugar a numerosos intentos de abordar la rendición de cuentas y la impunidad mediante procesos de participación que incluyen mecanismos de acceso a la justicia. A pesar de los esfuerzos por abordar la violencia de género en zonas de conflicto y posconflicto, la concienciación y la implementación efectiva de medidas continúan presentando retos importantes. En conflictos de todo el mundo, las mujeres siguen sufriendo las consecuencias de la discriminación por motivos de género. Durante los conflictos armados la violencia contra las mujeres y niñas se exacerba en sus diferentes formas. Esto incluye a violencia sexual incluyendo la violación, la esclavitud sexual, la explotación y el abuso, la violencia física, psicológica o económica o la violencia ejercida en los ámbitos doméstico y familiar (Unidas, 2019).

Cuando en marzo del 2011 la población siria se manifestaba exigiendo reformas democráticas y la liberación de los presos políticos, las fuerzas de seguridad del Estado respondieron con una violenta represión (Espada, 2015). La escalada militar se fue intensificando hasta que, algo más de un año después, en

julio de 2012, el Comité Internacional de la Cruz Roja declaró oficialmente que el conflicto de Siria se había convertido en una guerra civil.

Desde entonces todos los esfuerzos por encontrar una salida pacífica al conflicto han fracasado. En 2013 la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de la ONU (OCHA por sus siglas en inglés) publicó el primer panorama de las necesidades humanitarias (HNO2 por sus siglas en inglés) en Siria. Para entones se estimaba que había casi siete millones de personas sirias con necesidades humanitarias, incluyendo 68.000 mujeres embarazadas y 4,2 millones de personas desplazadas internas y un millón de refugiados fuera del país3. El mismo informe señala la preocupación por un incremento en el riesgo de mujeres y niñas frente a la violencia sexual y de género.

Los medios de comunicación de todo el mundo se hicieron eco del drama de la guerra y, más particularmente, del drama de los refugiados sirios. Sin embargo, cabe preguntarse si esas historias tienen algún tipo de sesgo acerca de quiénes son los buenos y quiénes los malos, quiénes las víctimas y quiénes los verdugos, y si las mujeres que hay detrás de esas historias son visibles o invisibles.

OBJETIVOS

A través de este artículo se pretende esclarecer cómo los medios de comunicación han marcado la narrativa del conflicto armado en Siria y cómo han influido a la hora de proteger (o no) los derechos y salvaguardar la seguridad de mujeres y niñas en el conflicto que asola el país. Se trata de una realidad silenciada e incómoda que requiere de una mirada crítica, responsable y respetuosa hacia las víctimas y supervivientes.

METODOLOGÍA

Para realizar la investigación se ha partido de una revisión documental empleando literatura de referencia. Se han consultado también estudios e informes de Naciones Unidas y ONG relativos al conflicto armado y la agenda de mujeres, paz y seguridad en la República Árabe de Siria.

A fin de comprender mejor la manera en la que el conflicto se ve reflejado en los medios de comunicación, se han revisado noticias publicadas en medios audiovisuales, periódicos y agencias de noticias con diferentes líneas editoriales.

Esto se acompaña de un análisis cualitativo y un cuestionamiento sobre cómo el tratamiento de la información construye narrativas que impactan en la opinión pública. Nos preguntaremos si existen imágenes distorsionadas que asimilamos como reales a la hora de entender la dinámica del conflicto y el rol que desempeñan las mujeres en él.

La Guerra del Golfo a inicios de la década de los 90, marcó una nueva época en la forma en que los medios de comunicación tratan los conflictos. Desde entonces se habla del llamado “efecto CNN” para describir la existencia de un “tremendo poder de influencia de la televisión para desencadenar respuestas políticas ante determinados escenarios conflictivos, en los que el sufrimiento de las personas es retransmitido en directo” (Armengol, 1998). El llamado efecto CNN llegó a volverse tan generalizado que el ex Secretario General de la ONU Boutros Ghali4 se refirió a la CNN como el “16º miembro del Consejo de Seguridad” (Rehn & Sirleaf, 2002).

Ha sido la primera guerra de la era de la globalización. Internet se ha convertido en el gran kiosco virtual de la prensa mundial, donde el cibernauta ha tenido acceso a periódicos de numerosos países, a informes de analistas, a páginas web de gobiernos en conflicto o de organizaciones pacifistas, e incluso, a vivencias y opiniones de ciudadanos de a pie, incluso desde Irak. Todo ha hecho que la guerra nos fuera más cercana y mejor conocida.5

Si bien durante la guerra de Irak hubo una mayor diversidad de medios que en la primera guerra del golfo, el enfoque continuaba estando en la guerra6, en la contienda en sí misma. Este periodismo de guerra parte de una premisa similar al periodismo deportivo, en el que existe una competencia entre dos o varias partes y la única posible solución es que una de ellas gane (Lynch & Mcgoldrick, 2007). Para ello, los periodistas deben aprender “cómo funcionan los ejércitos y sus aparatos de censura para saber cómo obtener información de ellos y no creerse toda la propaganda que les ofrezcan” (Jiménez, 2007); pero, al mismo tiempo, dependen de esos ejércitos para acceder a la información y poder desarrollar su actividad informativa.

Ante a este llamado “periodismo de guerra”, Jake Lynch y Annabel McGoldrick acuñaron, en 2005, el concepto de “periodismo de paz”, el cual definieron como un periodismo en el que “editores y reporteros toman decisiones – acerca de qué y cómo informar - que crean oportunidades para que la sociedad en general considere y valore respuestas no violentas a los conflictos”7 (Mcgoldrick & Lynch, 2005). Es por tanto un tipo de periodismo más amplio, más justo y más social, que busca una manera más articulada de enmarcar las historias y profundizar en el análisis del conflicto. Del mismo modo que el “periodismo de guerra” alimentaría la propia guerra, el “periodismo de paz” contribuiría a que el hecho de informar suponga una intervención que mejore las expectativas de paz. Sin embargo el “periodismo de guerra” continúa siendo preponderante frente a un “periodismo de paz” que permanece reducido a proyectos diseminados por distintas partes del mundo, sin llegar a tener una envergadura global, a falta de un programa de reformas coordinadas y organizadas (Lynch, 2015).

En el caso del conflicto sirio hemos podido ver como los principales medios “mainstream” narraban las atrocidades cometidas por las Fuerzas Armadas Sirias del ejército regular del gobierno de Bashar Al Assad y sus aliados. Sin menoscabar el hecho de que estos crímenes ocurrían y requieren ser denunciados, los medios tradicionales, sin embargo, no mostraban la misma ferocidad a la hora de difundir, plasmar y denunciar crímenes cometidos por grupos armados rebeldes. Entre estos grupos encontramos algunos clasificados como terroristas8, tales como Al Qaeda presente a través de Al Nusra, o el mismo ISIS, ambos sólidamente asentados en el este de Alepo controlando barrios enteros de la ciudad. Sin embargo, los medios occidentales, obviando estas cuestiones, nos mostraban titulares que demonizaban al régimen de Assad frente a unos grupos rebeldes que, aparentemente y de acuerdo a la imagen que nos mostraban, nada tenían que ver con el terrorismo internacional.

Mientras el Gobierno sirio y medios afines se referían a la “liberación de Alepo (de los terroristas)”, los principales medios de comunicación del mundo y de España se referían al desenlace de la batalla, con la victoria de las fuerzas gubernamentales tomando el control del 100% de la ciudad, como “caída”, “captura” o “muerte”.

Así, la agencia siria de noticias vinculada al gobierno de Bashar Al Assad, SANA9, se refería a la toma del control total de Alepo por parte del gobierno con titulares como “liberar Alepo de los terroristas cambiará el equilibrio del poder regional e internacionalmente”, “el Presidente Assad recibe una llamada telefónica del Presidente ruso para felicitarle por la liberación de Alepo”. Asimismo, la agencia SANA se refería a los grupos de oposición presentes en la ciudad como “terroristas” y recalcaba noticias acerca de las atrocidades cometidas contra la población civil, violaciones del derecho internacional humanitario o daños perpetrados contra monumentos históricos. PressTV, una cadena de televisión iraní, también empleaba el término “liberación” en sus titulares: “Residentes de Alepo celebran la liberación plena de los grupos armados”. En un documental emitido el 15 de diciembre de 2016, PressTV hace alusión a cómo el ejército sirio libera Alepo de “los terroristas apoyados por extranjeros”. Otros medios también afines, como LiberacionTV o Telesur, también empelan el término “liberación” para referirse al éxito de ejército sirio frente a “los terroristas” en alusión a los grupos rebeldes de la oposición.

Desde una perspectiva radicalmente opuesta, en mayo del 2017 el New York Times publicaba un artículo titulado “Alepo tras la caída” (Aleppo after the fall)16, Al Jazeera se refería a “la muerte” de Alepo (Death of Aleppo) en el título de un documental emitido en agosto de 201617 y a cómo el ejército sirio “recapturó” la ciudad en diciembre de ese mismo año.

El 29 de diciembre de 2016 El País titulaba “La caída de Alepo apuntala la supervivencia de El Asad. La destrucción del este de la ciudad y el desplazamiento masivo de civiles tras la batalla han debilitado a la rebelión”. El 15 de diciembre de 2016, El Mundo publicaba su editorial bajo el título “La caída de Alepo blinda el régimen de terror de Asad”20. El diario ABC también empleaba la palabra “caída” en su titular del 14 de diciembre de 2016 “ABC, testigo privilegiado de la caída de Alepo”.

Si tomamos en cuenta las acepciones en el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española y las connotaciones que ello implica para quienes recibimos la información, la falta de objetividad y el sesgo resultante del uso del lenguaje se hacen patentes. Este fue el enfoque de los medios occidentales, que emplearon una narrativa que afectó significativamente el posicionamiento de la opinión pública en Estados Unidos, Europa y, por supuesto, España en contra del gobierno de Siria.

Las palabras importan. Más aún cuando de medios de comunicación y construcción de relatos, de buenos y malos, de afines y contrarios -de opinión pública- se trata.

Ejemplo de estas narrativas son también algunos casos emblemáticos, como el caso de un niño herido rescatado entre los escombros de Alepo en agosto de 2016, durante los intensos bombardeos que asediaron la ciudad. De acuerdo a la BBC, el vídeo fue difundido por activistas sirios, poniendo en evidencia el horror de los civiles atrapados en medio de la guerra. El video fue grabado en una ambulancia de los Cascos Blancos, un grupo sirio de más de 3.000 voluntarios de defensa civil vinculado a los grupos de oposición fundado por un oficial del ejército británico.

Si nos fijamos en las definiciones de la RAE: liberación como “acto de poner en libertad” tiene una connotación eminentemente positiva. Por el contrario los términos empleados por los medios occidentales, tienen lecturas de índole negativa: caída como “derrota, hundimiento, fracaso”; o recapturar como “apresar o hacer prisionero a alguien” o “aprehender, apoderarse de alguien o algo”, es decir, con un significado opuesto a libertad.

Los Cascos Blancos son una figura controvertida. Presentados como héroes en los medios de comunicación occidentales mainstream y nominados al Premio Nobel de la Paz en 2017, han recibido

Casi un año después de que el video diera la vuelta al mundo en redes sociales y medios de comunicación y sobrecogiera a la opinión pública como representación del sufrimiento de la población siria, un nuevo vídeo fue difundido por la familia del niño a través de medios de comunicación online. El 7 de junio de 2017 se hizo público un vídeo del niño, ya recuperado de sus heridas, con su padre y demás miembros de su familia. En una clara maniobra propagandística, se observa como el niño ondea la bandera oficial siria, la que representa a la Siria del gobierno de Bashar Al Assad. El vídeo se mostró en la televisión siria pro-gubernamental, en una entrevista en la que el padre del pequeño declaró haber sido siempre pro-gobierno y acusó a las fuerzas de oposición de utilizar la imagen de su hijo como un instrumento propagandístico. Medios como The Guardian o The New York Times se hicieron eco de la entrevista, siempre cuestionando la veracidad de las declaraciones del padre. Si bien no queda claro hasta qué punto dice libremente la verdad, el caso muestra la manipulación de los medios en generar opinión pública en favor de los grupos rebeldes de oposición y en contra del gobierno de Bashar Al Assad.

Muchas de las noticias publicadas en torno al conflicto sirio apelan a las emociones, pero poco explican acerca de las dinámicas de la contienda, de las implicaciones políticas, de las agendas de los diferentes grupos involucrados, sus áreas de influencia, los países implicados de manera directa o indirecta en uno u otro bando, sus intereses abiertos u ocultos, etc. Resulta necesario “picotear” de múltiples fuentes para poder contar con información suficiente para empezar a comprender qué está pasando. Y, aun así, resulta prácticamente imposible. La reacción inicial del espectador o espectadora ante las atrocidades narradas es de horror, de ira, de estupefacción, de indignación. Se activan las emociones a favor o en contra de unos u otros, nos posicionamos; pero seguimos sin ser capaces de comprender qué está pasando y emitir un juicio objetivo, informado y racional.

Periodismo, conflicto y la crisis humanitaria en Siria

Los conflictos armados traen consigo crisis humanitarias, generalmente, de gran envergadura. Tal es el caso del conflicto en Siria, una de las mayores catástrofes humanas de los últimos tiempos. Según el Observatorio Sirio de Derechos Humanos, en 2018 la cifra de muertos superaba el medio millón. En 2019 se había convertido en la mayor crisis de personas desplazadas del mundo, con la mitad de la población desplazada de sus hogares, el 83% viviendo bajo la línea de pobreza y casi 12 millones de personas con necesidades humanitarias, incluyendo cerca de medio millón de mujeres embarazadas. Las mujeres y las niñas afectadas por el conflicto continuaban enfrentando riesgos específicos, incluyendo diversas formas de violencia de género como la explotación y abuso sexual y los matrimonios forzosos (OCHA, 2019).

importante apoyo financiero de Estados Unidos y Reino Unido. Los medios afines al gobierno sirio, sin embargo, proyectan una imagen vinculada a las redes de terrorismo islámico.

Desde el genocidio de Ruanda en 1994, el éxodo que provocó y la posterior epidemia de cólera, centenares de periodistas de todo el mundo llegaron a la zona para retransmitir un “escaparate telemático de la muerte” además de mostrar las proezas de los nuevos héroes, los “humanitarios” (Armengol, 1998). Sin embargo, como bien señalan los autores, “como espectadores quedamos desinformados, porque ver no es comprender”. El sistema humanitario está conformado, principalmente, por agencias de Naciones Unidas, ONG y gobiernos, generalmente de países ricos.

La presencia de actores humanitarios sobre el terreno suele acercar la problemática a Europa, Estados Unidas y otros países donantes de ayuda como Canadá, Japón, Australia o Corea del Sur. Y con ellos llegan, a menudo, los medios de comunicación a dar cobertura al espectáculo del drama humano y a contarle a la ciudadanía a qué se dedican parte de sus impuestos. Por otro lado, los actores humanitarios a menudo despliegan grandes medios logísticos para acceder a la población que se encuentra en zonas remotas y de difícil acceso. Con frecuencia, los medios de comunicación necesitan emplear esta capacidad logística para poder llegar a las zonas afectadas y dar la necesaria cobertura. Esto genera una relación de dependencia con las organizaciones humanitarias y puede llegar a provocar un conflicto de interés o un sesgo a la hora de informar, comprometiendo la objetividad de los medios de comunicación en favor de una u otra organización humanitaria y su labor.

Por otro lado, si bien los actores humanitarios se rigen por los principios de humanidad, neutralidad, imparcialidad e independencia operativa, estos principios se ven, en demasiadas ocasiones, comprometidos por agendas políticas, permisos de acceso a las zonas afectadas o capacidad operativa, ya sean de la propia organización o impuestos por alguna de las partes en conflicto.

En el caso de la cobertura mediática en Siria hemos visto un periodismo que ha informado sobre el drama humanitario y los hechos en el frente más que sobre los procesos que originaron el conflicto en sí. Han demonizado unos grupos sobre otros sin atender suficientemente al contexto. La única salida parecía ser la victoria militar de uno u otro bando o los acuerdos adoptados en las diferentes mesas de diálogo que han sido frágiles y han contribuido débilmente a lograr la paz. Se trata de un “periodismo de guerra” que, creyéndose “neutral y objetivo” (Liñán, 2009) acaba siendo un periodismo que alimenta la propia guerra.

Género, conflicto y medios de comunicación

Existen estudios que muestran la correlación entre los niveles de conflicto y la desigualdad de género. La naturaleza de esta relación no aclara si la violencia alimenta la desigualdad de género, la desigualdad de género alimenta la violencia o ambas. Si bien en algunos casos las mujeres logran avances en la promoción de sus intereses estratégicos durante los períodos de conflicto, esto suele ir seguido - aunque no siempre- de una reacción posterior al conflicto en la que se restablecen roles de género más desiguales (Saferworld, 2013). Los conflictos y las situaciones de inestabilidad exacerban las pautas preexistentes de discriminación contra las mujeres y las niñas, exponiéndolas a mayores riesgos de violaciones de sus derechos humanos.

La mayoría (aunque no todas) de las teorías feministas sobre conflictos armados sugieren que la no incorporación de la perspectiva de género en las narrativas sobre conflictos plantea un grave problema para un completo y exacto análisis empírico y para el valor normativo de la teorización de las relaciones internacionales (Aoláin, Cahn, & Haynes, 2017). Es por ello importante analizar qué lugar ocupan las mujeres en las dinámicas políticas y cómo hombres y mujeres se posicionan de manera diferente ante los conflictos. Estas posiciones diferentes también se ven reflejadas de manera distinta por los medios de comunicación. Resulta imprescindible considerar las implicaciones que estas variables pueden llegar a tener a múltiples niveles, desde la toma de decisiones, a las dinámicas internas del conflicto, las propias dinámicas de género o la perpetuación (o no) de las desigualdades. De este modo, necesitamos comprender cómo, durante los conflictos armados, la dinámica de género está determinada por el propio conflicto y cómo, de la misma manera, el conflicto está determinado por la propia dinámica de género.

Las relaciones de género configuran los perjuicios que, de manera específica, afectan a las mujeres: las mujeres son mucho más propensas que los hombres, por ejemplo, a ser objeto de violencia sexual. Sin embargo, la tendencia a ver a las mujeres principalmente como víctimas de la violencia -en particular la violencia sexual- ha ocultado los muchos otros papeles que las mujeres desempeñan activamente en los conflictos y sus causas o en la construcción de la paz (Mujeres, 2012).

Los medios de comunicación tienden a reflejar la violencia sexual y la victimización de las mujeres; pero rara vez se las considera noticia en sus roles de mantenimiento y construcción de paz o en los procesos de resolución de conflictos (Rehn & Sirleaf, 2002). La manera en la que los medios de comunicación narran los conflictos y las dinámicas de género condiciona la percepción sobre el papel que desempeñan mujeres y hombres, y puede incluso llegar a tener influencia en la evolución de las propias dinámicas sociales, ya sea hacia un incremento de las tensiones o hacia una construcción de la paz.

En el caso de la cobertura mediática de los conflictos armados, la comunidad académica continúa dividida acerca de las diferencias en la forma en que hombres y mujeres periodistas cubren la guerra, así como si el aumento de mujeres corresponsales de guerra ha desafiado la masculinidad hegemónica que domina los valores de las noticias (Campbell & Critcher, 2018).

Desde la investigación feminista se ha sostenido que en la cultura machista de la mayoría de las salas de redacción, las decisiones diarias de periodistas sobre lo que merece la pena ser noticia y lo que no, siguen estando firmemente basadas en valores masculinos. De este modo cuestiones y temas que tradicionalmente han sido relevantes para las mujeres tienden a quedar al margen de las noticias, asumiendo, implícitamente, que son menos importantes que los que interesan a los hombres. Al hacerlo, las opiniones y voces de los hombres son privilegiadas sobre las de las mujeres, contribuyendo así a la actual condición secundaria de la participación de las mujeres en el ejercicio de su ciudadanía (Ross & Carter, 2011).

La crítica feminista a los medios de comunicación, por tanto, continúa subrayando cómo la cultura mediática sigue siendo definida en términos predominantemente patriarcales (Campbell & Critcher, 2018). A pesar de una mayor presencia de mujeres en las salas de prensa y redacciones, poco ha cambiado en el panorama de las noticias desde los años 2000, aun cuando la evidencia sugiere que lo que los medios proveen al público no es necesariamente lo que las mujeres periodistas quieren (Ross & Carter, 2011).

A lo largo de las últimas décadas ha crecido el interés por analizar y monitorear cómo los medios de comunicación recogen y proyectan las cuestiones de género. Prestar atención y hacer seguimiento a la forma en que los medios de comunicación abordan las cuestiones de género se ha convertido en uno de los principales instrumentos para la promoción de los temas de género y una forma de activismo de los propios medios de comunicación.

Uno de los principales instrumentos en el seguimiento y análisis de estos temas es el Global Media Monitoring Project (GMMP). Entre sus hallazgos destaca que, si bien a lo largo de la década 1995 – 2005 hubo un lento pero constante aumento de la visibilidad de las mujeres en las noticias, la década de 2005 a 2015 nos muestra un estancamiento de esta tendencia. Apenas ha habido cambios en la participación de las mujeres en la elaboración de noticias en medios tradicionales (prensa, radio y televisión), ascendiendo a un nimio 24% en 2015 frente a un 23% en 2005. El panorama no ofrece grandes variaciones en los medios digitales (internet y Twitter) donde, en 2015, solamente el 26% de las personas que aparecieron en las noticias eran mujeres. En todos los medios de comunicación, las mujeres fueron el centro de atención de sólo el 10% de las noticias, exactamente la misma cifra que en el año 2000. Desde 2005 el porcentaje de historias reportadas por mujeres ha estado estática en un 37%, y apenas ha habido movimiento en la proporción de noticias que desafían los estereotipos de género - sólo el 4% del total en 2015 (Global Media Monitoring Project, 2015).

El Global Media Monitoring Project publicado en 2010 mostraba cómo un elevado porcentaje de historias sobre la paz (64%), el desarrollo (59%), la guerra (56%), y la violencia de género (56%) reforzaban estereotipos de género. El mismo informe señala como aspectos importantes como la educación (63% de las historias) y legislación relativa a la familia (63%) aparecen neutras al género, sin cuestionar ni reforzar los estereotipos de género. En este sentido hace referencia al hecho de que la neutralidad, en realidad, no es tal. Perpetúa los estereotipos de género y hace

El Global Media Monitoring Project es un proyecto global de monitoreo de los medios de comunicación. Detalles están disponibles a través de su página web http://whomakesthenews.org/, visitada el 3 de marzo de 2020. Cada informe se centra en un día de cobertura de noticias en todo el mundo. El GMMP es ahora el estudio más grande y de mayor duración sobre género y noticias del mundo (Ross & Carter, 2011). hincapié en cómo los medios, a través de esta neutralidad, contribuyen a cimentar la discriminación de género. Estos hallazgos confirman la necesidad de incluir a las mujeres e integrar las perspectivas de género en los medios de comunicación y profesión periodística, incluyendo el periodismo de paz.

Las mujeres y los estereotipos de género se convierten en parte de la propaganda de guerra. En las guerras de los Grandes Lagos y Balcanes, en los años 90, los medios de comunicación desempeñaron un importante papel propagandístico en las estrategias de violaciones masivas de mujeres. Así, en 1994, antes del genocidio de Ruanda, los periodistas de la Radio-Televisión Libre de las Mil Colinas, propiedad del gobierno, difundió mensajes incitando al genocidio y alentando a los hutus a violar a las mujeres tutsis para después, o bien matarlas, o dejarlas vivas para obligarlas a dar a luz los llamados “niños hutus”. Casi todas las mujeres que sobrevivieron al genocidio fueron víctimas directas de violación u otra forma violencia sexual, o se vieron profundamente afectadas por ella (Rehn & Sirleaf, 2002).

En la antigua Yugoslavia “vecinos violaban y mataban a sus vecinos y vecinas” (Rehn & Sirleaf, 2002). “Los medios de comunicación estatales, la radio y la televisión nacionales y los periódicos de mayor circulación convencieron a la gente de que ya no podían vivir juntos” (Rehn & Sirleaf, 2002). En Bosnia, los soldados serbios presuntamente usaron sofisticados métodos modernos, accesorios y grabaron violaciones en vídeo que luego vendieron como pornografía (Rehn & Sirleaf, 2002).

A pesar de los importantes cambios acaecidos durante las últimas décadas, con la llegada de los medios digitales y las redes sociales, el caso de Siria no es particularmente distinto en cuanto a la proyección y trato que reciben las mujeres por parte de los diferentes medios, empleados por los múltiples bandos para estereotipar a las mujeres. Los medios de comunicación estatales, vinculados al gobierno de Bashar Al Assad, y los medios manejados desde los grupos de oposición, han generado dos representaciones muy diferentes de la mujer. Los primeros muestran una imagen secular, a menudo mostrando a mujeres modernas, occidentalizadas, y trabajadoras. Los segundos muestran una imagen más conservadora de la mujer, por lo general en roles más pasivos, generalmente vinculados a sus roles como esposas o madres y usando el velo. Sin embargo, ambas visiones representan a algunos de los sectores las mujeres sirias y ninguna de ellas las refleja del todo su realidad.

Los medios de comunicación occidentales también han proyectado una imagen estereotipada de las mujeres afectadas por la guerra en Siria. En un artículo sobre las mujeres del ISIS publicado por El País en mayo de 2019, el periódico cuestiona precisamente cómo los medios de comunicación “perpetúan estereotipos de género manidos” al mostrar a las mujeres como víctimas vulnerables y por considerar que la “violencia es un comportamiento antinatural en la mujer”. Es cierto que el Estado Islámico imponía férreas normas para subyugar a las mujeres: A partir de los nueve años las niñas ya se podían casar (o eran forzadas a casarse) y debían estar totalmente cubiertas en público, permanecer ocultas y nunca salir de casa (excepto en circunstancias excepcionales y acompañadas por un hombre), (Consejo de Europa, 2016). En sus inicios el Califato definía a las mujeres como cuidadoras, tenían prohibido luchar en el frente, eran alentadas a casarse con combatientes, a difundir propaganda y criar y adoctrinar a los “hijos del Califato” (Jacoby, 2015). Pero también había una policía armada compuesta únicamente por mujeres: la brigada Al Khanssaa. Sin embargo son pocas las referencias que encontramos. Si hacemos la siguiente búsqueda en Google “ISIS women torture” nos aparecen más de seis millones de resultados, haciendo referencia a las torturas y atrocidades a las que las mujeres eran sometidas bajo el Califato. Sin duda la violencia contra las mujeres y las niñas fue ejercida con enorme brutalidad, pero mujeres del ISIS también fueron perpetradoras de violencia. Si buscamos “ISIS women torture Al Khanssaa”, encontramos aproximadamente 1.460 resultados, una cantidad muy inferior. Sería normal pensar que son menos las referencias a la brigada de mujeres que encontramos en Google. Pero si nos fijamos en los 30 primeros resultados36 podemos apreciar que en el 70% las mujeres aparecen como víctimas (30%) o en sus roles tradicionales como madres y esposas de los combatientes del califato, principalmente (40%), con 9 y 12 resultados respectivamente; frente a dos entradas en las que figura de manera explícita el rol de las mujeres como combatientes o perpetradoras de violencia sin victimizarlas y 5 donde las mujeres aparecen como víctimas y también como perpetradoras. Dos de las entradas no contenían información acerca de la situación de las mujeres bajo ISIS.

Las periodistas y la guerra en Siria

Los reporteros y reporteras a menudo enfrentan graves riesgos para su seguridad cuando han de entrar en situaciones y contextos en los que los gobiernos o las partes en conflicto no quieren o no pueden brindarles protección. Las mujeres corresponsales de guerra se enfrentan a los mismos peligros que sus colegas varones, tales como secuestro, robo o asesinato, a los que además hay que añadir diferentes formas específicas de violencia de género, como pueden ser la violación, la agresión sexual o el acoso.

De acuerdo al Manifiesto de la Brigada Al Khanssaa titulado “Las mujeres en el Estado Islámico”. Un manifiesto escrito por mujeres seguidoras y simpatizantes del ISIS para clarificar el rol y la vida “sagrada” de las mujeres musulmanas. Traducción al inglés disponible en https://bit.ly/2A6i873, visitado el 7 de mayo de 2020. La brigada es unidad formada únicamente por mujeres con fines policiales y religiosos para asegurarse de que el resto de las mujeres cumplían con la doctrina impuesta por el ISIS (Gómez, 2018).

La traducción es “ISIS tortura mujeres”

La traducción es “ISIS tortura mujeres Al Khanssaa”. Se han seleccionada estas palabras de búsqueda por incluir explícitamente a la brigada de mujeres que persiguió y torturó a mujeres en el Estado Islámico. No se pretende extraer conclusiones de una búsqueda exhaustiva, sino más bien contar con evidencia circunstancial de manera aleatoria que nos permita identificar tendencias. Analizando los primeros resultados que ofrece Google ya se aprecia un sesgo en la proyección de la imagen de las mujeres que vivían bajo ISIS durante el conflicto armado en Siria.

Del total de 30 entradas, 7 corresponden a medios de comunicación, 16 a centros académicos o de investigación, 3 a publicaciones de ONG y 4 a publicaciones de instituciones gubernamentales de diferentes países.

Si bien la información relativa al fenómeno de las mujeres periodistas en Siria es limitada, existen algunos estudios y recursos alternativos que recogen información relevante para el presente estudio, particularmente en los que respecta a las periodistas sirias trabajando dentro del país, ya sea en zonas controladas por el Gobierno o en zonas controladas por grupos de oposición.

Encontramos una fuente interesante de información en las publicaciones de la Red Siria de Mujeres Periodistas (SFJN por sus siglas en inglés), una red creada en 2013 a modo de ONG con base en los Países Bajos, que busca tender puentes entre los medios de comunicación y el movimiento sirio de mujeres, fomentando el empoderamiento de hombres y mujeres trabajando en los medios de comunicación, y trabajando para concienciar sobre la justicia social y la igualdad de género.

LA SFJN publicó un estudio en 2016 en el que se evidenciaba cómo las reporteras y periodistas sirias también se han visto afectadas por la violencia de género y sus diferentes manifestaciones, incluyendo las restricciones en la movilidad impuestas a las mujeres en las zonas controladas por grupos extremistas e incluso en territorios controlados por fuerzas rebeldes consideradas moderadas. En estas zonas, las periodistas se han visto severamente afectadas por las restricciones de movimiento impuestas a las mujeres al quedarles prohibido viajar si no van acompañadas de un hombre (Stichting Female Journalists Network, 2016). El mismo estudio señala cómo la situación se ha visto agravada en aquellos casos en los que las empresas han impuesto normativas adicionales con la intención de “proteger” a sus colegas mujeres. De acuerdo con la misma fuente, un directivo reveló que sentía mayor presión cuando tenía compañeras trabajando dentro de Siria porque temía que les ocurriera algo y se culpara a la empresa por lo sucedido. El estigma asociado a las mujeres detenidas también tiene una influencia negativa sobre las periodistas. Muchas de ellas temen ser detenidas en el ejercicio de sus funciones y evitan salir al terreno a trabajar.

El número de mujeres periodistas en los medios de comunicación sirios está disminuyendo. Si bien en Siria existen cientos de medios de comunicación emergentes, menos del 35% del personal son mujeres, la mayoría de ellas voluntarias o trabajando a tiempo parcial. Solamente el 4% de los y las periodistas de alto nivel son mujeres y las que tienen cargos de toma de decisiones son aquellas que fundaron o cofundaron un medio de comunicación (Stichting Female Journalists Network, 2016). De lo contrario, las mujeres no llegan a ser editoras, gerentes y, a veces, ni siquiera reporteras. Encontramos que a las mujeres periodistas se les encargan tareas que demuestran un fuerte sesgo de género como escribir sobre belleza o cocina, en lugar de informar en profundidad.

Además de la violencia de género y la inseguridad generada por la propia guerra, el férreo control gubernamental sobre los medios de comunicación también ha supuesto un riesgo para muchos y muchas periodistas, particularmente activistas de derechos humanos, o quienes trataban de denunciar la represión sufrida en las zonas bajo control Assad. Muchos y muchas profesionales de la comunicación se han visto obligados y obligadas a abandonar el país y a continuar informando desde el extranjero, ya sea desde países europeos, Turquía u otros países de la región como Líbano, Jordania o Egipto. Paradójicamente, esta situación ha creado oportunidades para las mujeres periodistas y, a finales de 2015, las mujeres en Siria representaban el 35% del personal en medios impresos independientes y el 54% en radio.

Diferente es la situación para periodistas internacionales. Los y las corresponsales extranjeros necesitan un visado y un permiso del gobierno para poder entrar en Siria. De acuerdo a la agencia nacional de noticias SANA “en aras de su seguridad, todos los periodistas extranjeros que deseen cubrir acontecimientos en Siria deben respetar las leyes y regulaciones del país y entrar en Siria legalmente”. De acuerdo a la misma fuente oficial, cuando periodistas árabes o extranjeros entren legalmente en Siria, “el gobierno sirio será responsable de su destino”.

En abril de 2013 Alex Thomson, Corresponsal Jefe del Canal 4 de noticias de Reino Unido, publicó un blog de preguntas y respuestas sobre cómo periodistas extranjeros podían operar en territorio sirio. Señalaba cómo el sistema de visados representaba la mayor capacidad de control del gobierno de Siria sobre los periodistas extranjeros. Amplía la información con detalles acerca de los permisos y restricciones de movilidad, que excluían -siempre según Thomson- zonas de combate o refugios para personas desplazadas, para los cuales hacían falta permisos adicionales. A pesar de estos mecanismos de control, el gobierno es consciente de que reporteros y reporteras internaciones cruzan las líneas de frente para entrar en zonas controladas por rebeldes. Thomson afirma sentir que “el gobierno entiende que hay dos bandos básicos en la guerra y que los periodistas tienen derecho a informar desde ambos”.

Sin embargo, de acuerdo al Comité para la Protección de los Periodistas, el Gobierno de Siria ha negado reiteradamente el acceso a los periodistas internacionales. Y son varios los casos de periodistas expulsados cuando el gobierno ha considerado que no reportan de acuerdo a sus criterios de objetividad. Un ejemplo de ello es el caso de Cecilia Uddén, corresponsal de la radio sueca. Uddén contaba con todos los permisos necesarios para cubrir Damasco y Alepo en diciembre de 2016. De acuerdo a la radio sueca, cuando Uddén presentó los puntos de vista de ambas partes involucradas en el conflicto, las autoridades sirias la acusaron, “por motivos poco claros”, de hacer circular "información falsa" y fue expulsada del país el 15 de diciembre.

Es importante comprender que, en diciembre, las tropas gubernamentales, respaldadas por el poder aéreo ruso y las milicias iraníes, tomaron el control de Alepo despojando a los rebeldes de su último gran bastión urbano. Para el 12 de diciembre, las fuerzas rebeldes habían perdido más del 90% del territorio que llegaron a controlar al este de la ciudad. Un día más tarde Rusia anunció que los rebeldes habían accedido a un acuerdo para abandonar las zonas de la ciudad que permanecían bajo su control.

Cabe señalar que el 14 de diciembre, un día antes de ser expulsada de Siria, la radio sueca informó del cese del alto al fuego en Alepo en un momento en el que miles de personas esperaban ser evacuadas. La publicación está disponible en https://t.sr.se/3dlbXdC, visitado el 6 de mayo de 2020.

Conclusiones

Proporcionar información veraz a la población para comunicar sobre conflictos armados requiere habilidades e interés por parte de los y las profesionales del periodismo. Los reporteros y reporteras han de comprender mejor las causas del conflicto, cómo este se desarrolla y qué posibles soluciones militares y pacíficas hay, incluyendo las diplomáticas y también otras alternativas posibles desde la sociedad civil. De este modo el periodismo se convierte en un canal para que el público esté más informado sobre el conflicto que subyace bajo la violencia y el drama humanitario, pudiendo incluso contribuir a su resolución.

Resulta crucial que los medios sean responsables en su papel de informar y, conscientes de las implicaciones que tienen sus relatos para orientar a la opinión pública y contribuir a impulsar posiciones, lo hagan desde una potura más pacifista y menos beligerante. Existe un componente ético importante en la aplicación del enfoque. Si el “enfoque neutro” contribuye a perpetuar estereotipos de violencia, resulta esencial que reporteros y reporteras -y quienes toman las decisiones en los medios- se involucren también con actores de sociedad civil y otros grupos relevantes para comprender mejor las raíces del conflicto, desescalar la violencia y construir un camino hacia la paz.

A pesar de las limitadas evidencias existentes, la información obtenida nos indica que el trabajo periodístico en Siria, tanto en zonas controladas por Gobierno como por grupos rebeldes, se ve gravemente restringido por las limitaciones de movimiento, la inseguridad, el control y el uso propagandístico de la información. El control por parte del Gobierno merma la capacidad de informar de las periodistas, dificultando o, en algunos casos, impidiendo los accesos a determinadas zonas de interés informativo y obligándolas a mostrar un sesgo pro-gobierno que nutra sus fines propagandísticos y de lavado de imagen. Por otro lado, el Gobierno sirio no se arriesgaría a poner en peligro a periodistas internacionales trabajando con todos los permisos en regla.

El uso de la imagen de las mujeres también puede tener fines propagandísticos y tiene un efecto sobre la opinión pública en cómo se perpetúan los estereotipos de género. Proyectar a las mujeres como víctimas o como heroínas durante un conflicto tiene implicaciones sobre cómo se perciben las debilidades, capacidades fortalezas y oportunidades de las mujeres. Y esas percepciones tienen, a su vez, consecuencias en el imaginario colectivo y en si las mujeres pueden o no ser reconocidas como actores de cambio y posibles protagonistas en un proceso de paz.

Los medios desempeñan un rol fundamental a la hora de visibilizar (o invisibilizar) los roles de las mujeres en el conflicto armado de Siria. Esto es así tanto para poner de manifiesto su exposición a riesgos específicos de violencia de género, como su rol activo en la lucha armada o en la construcción de paz.

Cuando reducimos la imagen de las mujeres a víctimas o las mantenemos en sus roles femeninos estereotipados, no reconocemos sus capacidades como agentes sociales o constructoras de la paz. Hemos visto en los conflictos de todo el mundo que cuando se excluye deliberadamente a las mujeres de las conversaciones

formales, se producen profundas consecuencias negativas (Asaf, 2017). Su ausencia contribuye a que se adopte un enfoque que no tiene en cuenta el género en relación con las cuestiones que se abordan. A veces, las cuestiones que las mujeres tienen más probabilidades de plantear son a menudo marginadas y a veces totalmente excluidas (Asaf, 2017). Entre ellas figuran cuestiones como la violencia de género, los abusos por parte de las fuerzas gubernamentales y rebeldes, y también la prestación de servicios sociales fundamentales.

Si bien no existe consenso acerca de si un aumento de mujeres entre reporteros y corresponsales de guerra podría tener un impacto en la manera en la que se trata la información, una mayor presencia de mujeres en la construcción de los relatos de guerra podría conllevar cambios en cómo los medios de comunicación narran los conflictos. Harían falta más mujeres para poder analizar si existe una relación causal. A pesar del aumento a lo largo de las últimas décadas, pocos avances ha habido en el último decenio y la situación parece haberse estancado. Es importante tomar en consideración los riesgos frente a la violencia de género, explotación y abuso adicionales que las mujeres periodistas enfrentan con respecto a sus colegas varones, y las limitaciones que esto puede suponer para favorecer un aumento de su presencia.

La participación de las mujeres en la vida pública se ha visto tradicionalmente limitada por los roles y estereotipos de género y los conflictos armados agudizan la discriminación y las desigualdades de género preexistentes (Development Initiatives, 2020). Pero también ofrecen oportunidades para el cambio y para el empoderamiento. En Siria es fundamental garantizar espacios de participación para que cualquier iniciativa encaminada a impulsar un proceso de paz y transición política tenga éxito. Y para ello los medios de comunicación han de contribuir desde la responsabilidad: informar de manera lo más objetiva posible, alejada de fines propagandísticos y estereotipados, y reconociendo a hombres y mujeres como sujetos de derecho.

Referencias